HB (11-10-12).- Liboria es una mujer rural de Bolivia, viuda, y sin hijos. Antes vendía a 30 centavos de dólar el kilo de su cultivo tradicional. Ahora vende a 100 dólares el kilo de un nuevo cultivo, como cada familia de su comunidad.
Toda su historia empezó en el baño, y es una minúscula muestra de una realidad gigantesca e invisibilizada, con gran importancia económica y social en el continente.
Liboria Cayola habló en quechua a casi 500 personas, que la escucharon con un respetuoso y conmovedor silencio. Eran de 15 diferentes países de Latinoamérica, y aplaudieron con entusiasmo cuando terminó. Pero aplaudieron con euforia, cuando las palabras de Liboria se tradujeron al español…
Liboria es una mujer sola, viuda, sin hijos. Sin ayuda, trabajosamente realizaba las labores agrícolas. Vendía su cosecha de papas a un máximo de 30 centavos de dólar por kilo. Ahora vende champiñones a 100 dólares por kilo…
Todo empezó en el baño de Liboria, que vive en Villa Gualberto Villarroel, departamento de Cochabamba, Bolivia. Una ONG que promueve la provisión comunitaria del servicio de agua y saneamiento decidió trabajar allí. Tomó esa decisión porque ese municipio tiene escasa cantidad de agua; y la carencia o mala calidad del servicio de agua y saneamiento provoca muchas enfermedades y muertes en la niñez.
El diagnóstico, realizado con tecnología de última generación, fue presentado a toda la comunidad. El debate que provocó produjo más que la simple elección entre las opciones posibles para el servicio de agua y saneamiento. La comunidad tomó conciencia del problema y sus consecuencias, se involucró y se organizó.
Por eso fue fácil acordar presentar el tema en la Planificación Participativa Municipal. Al final, una parte del financiamiento lo puso el municipio, otra parte la ONG Agua para el pueblo, y el resto cada familia. A esas alturas, los consensos y los comités ya eran algo habitual en la villa de Liboria.
También fue fácil decidir colectivamente utilizar las heces y el orín de los baños, como abono para el pequeño bosque de pinos cercano, donde crecen los hongos. En ese entonces, el bosque daba una producción de 2.500 kilos al año, y lo vendían a 12 dólares el kilo.
La comunidad y la ONG decidieron dar un paso más: buscar ayuda especializada en otras instituciones. Crearon un vivero de pinos, para aumentar el bosque, y luego a otra institución para inocular los hongos en los plantines del vivero. Así los hongos brotarían en mucho menos tiempo del que es natural.
También buscaron asesoramiento para secar mejor el hongo, y luego para crear un envase comercial, mejorando la presentación de su producto. Ahora lo comercializa una cadena de supermercados, pero pueden venderlo individualmente, si desean. Actualmente, el bosque produce 14 toneladas al año, y venden a 100 dólares el kilo.
De la solución del problema del baño, pasaron a aumentar la producción de hongos, decidiendo y trabajando colectivamente. Una cosa llevó a la otra: del baño a mejorar el bosque de pinos; luego al vivero y la inoculación del hongo en los plantines; finalmente, al secado, presentación y comercialización. La producción de hongos aumentó casi 6 veces, y el precio más de 8 veces.
La historia de Liboria es sólo una de las 3 que fueron premiadas por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), y por la Fundación FEMSA. Pero existirían otras 80.000 historias semejantes a las premiadas, calcula AVINA.
Todas se asientan en la decisión conjunta de vecinos o comunarios. Se organizan y trabajan comunitariamente para dotarse a sí mismos de los servicios que no les provee ni los Estados, ni las empresas privadas. Además, se encargan también de mantener, operar, y administrar el servicio de agua y saneamiento. Generalmente son rurales o periurbanas.
Reciben diferentes nombres en cada país, pero genéricamente se las denomina Organizaciones Comunitarias de Servicios de Agua y Saneamiento – OCSAS. Ya atienden a 40 millones de habitantes en el continente, y tienen capacidad para atender a 18 millones más, según cifras del BID. En algunos países, atienden porcentajes elevados, muestran las cifras de AVINA: desde 3 de cada 10 personas, en algunos; hasta 6 de cada 10, en otros.
El impacto económico positivo que tienen es inconmensurable, coinciden diversas fuentes. “Las OCSAS ahorran al Estado 100 dólares por cada metro cúbico de agua”, indicó el ingeniero Carlos Falconí, Subsecretario de Agua y Saneamiento del Ecuador.
Ejemplificó el caso concreto de CENEGRAP, que ahorra 25 millones de dólares al Estado. Esta experiencia de asociación pública y comunitaria para la gestión del agua, se desarrolla en la ciudad Cañar y comunidades aledañas, en Cuenca, Ecuador.
“El ingreso mensual crece el 38%” dijo el doctor Carlos Garza, de la Fundación FEMSA. Se refería a 200 familias ubicadas en la cuenca del Cutzamanalco, que abastece el 10% del agua que consume la ciudad de México. Se midió el antes y después, de una experiencia de mejoramiento del servicio de agua y saneamiento, para esas familias.
Garza también informó que cada día se emplean 150 millones de horas en acarrear agua hasta hogares. Además, otras “120 millones de horas utilizan cada día las mujeres rurales al tener que buscar un lugar alejado para realizar sus necesidades fisiológicas”, indicó Kate Fogelberg, Gerente Regional de Sudamérica de Water For Peopel.
¿Cuántos ingresos económicos dejan de obtener las familias por tener que dedicar esos millones de horas a actividades que podrían emplear en actividades productivas, si tuvieran servicios de agua y saneamiento? Esa pregunta quedó flotando en el ambiente…
A la importancia económica de las OCSAS, hay que añadirle su importancia social, coincidieron diversos especialistas. “Son 40 millones de población organizada, que ya han demostrado que pueden trabajar juntos por el bien común y tener éxito”, remarcó el doctor Garza. “Es el germen de una mejora social”, dijeron funcionarios presentes para entregar los premios del BID.
“Somos actores en la primera línea ante los riesgos, cambio climático, ordenamiento territorial, reforestación, manejo de cuencas, salud, educación”, definió Rolando Marín, presidente de la recientemente creada “Confederación Latinoamericana de Organizaciones Comunitarias de Servicios de Agua y Saneamiento – CLOCSAS”.
“No hemos llegado ni al 40% del potencial de las OCSAS”, agregó Marín. “Tenemos posibilidades de llegar a producir hidroelectricidad, embotellar agua, desarrollar ecoturismo, o usos múltiples del agua”, ejemplificó. “Pero siempre con una visión social, comunitaria, solidaria. En las OCSAS es muy importante la reciprocidad, así como el respeto hacia las personas y la naturaleza”, enfatizó.
Sin embargo, “trabajamos en condiciones rudimentarias, necesitamos mayor capacitación y visibilidad”, reconoció Marín. Para responder cualitativamente a eso, se aliaron 7 instituciones, 2 de ellas internacionales, y 5 nacionales de diferentes países. El resultado fue el “Programa Unificado de Fortalecimiento de Capacidades para OCSAS”, al que se accederá gratuitamente por internet.
El programa brinda las mejores opciones existentes para responder a los 4 principales problemas comunes del sector. El primero es la ausencia de marcos legales favorables para las OCSAS en los Estados. El segundo es la poca capacidad de asociarse entre ellas, llamada asociatividad.
El tercer problema es las dificultades para obtener financiamiento. Generalmente, las OCSAS no son consideradas sujeto de crédito en el sistema financiero convencional, a pesar de tener moras muy inferiores a lo usual. Finalmente, también les hace falta capacitación técnica y administrativa.
La información circuló en el III Encuentro Latinoamericano de Gestión Comunitario del Agua, realizado en Cuenca, Ecuador, del 18 al 20 de septiembre de 2012. En el mismo evento se produjo la creación de la CLOCSAS, y la posesión de su primera directiva, en la que participan 8 países.
El encuentro, al que asistieron unas 500 personas, incluyó visitas a localidades cercanas para conocer presencialmente OCSAS locales y dialogar directamente con sus gestores. También sirvió de marco para la presentación de los premios a experiencias como las de Liboria Cayola, y del programa de fortalecimiento de capacidades.
Fuente: Hoy Bolivia
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