P7 (1-11-12).- A las dos y media de la tarde sale de Cochabamba el bibliobús rumbo a Wachi-Roncho, un pequeño barrio de la ciudad. Decenas de niños corren atrás de la biblioteca rodante, reciben con abrazos y una amplia sonrisa a los voluntarios y luego forman fila para lavarse las manos, un requisito obligatorio antes de comenzar las actividades.
Los adultos que están allí por primera vez tienen que presentarse a los niños. “Me llamo Matthieu Delmas, soy periodista en Página Siete y voy a escribir una nota sobre el bibliobús”, les digo.
Luego los niños ayudan a bajar las sillas y mesas antes de formar grupos de cuatro a 12, tarea que realizan con el apoyo de un voluntario, quien formula una pequeña ronda inicial de preguntas: “¿cómo se llama cada uno de ustedes, de dónde vienen y qué es los más extraordinario que les ha pasado en su vida?”, interroga a los pequeños.
Después de las presentaciones, con la ayuda y el control de los voluntarios, los niños escogen libros para leerlos durante unos 30 a 45 minutos. Pasado el tiempo de lectura, guardan los libros y se da inicio a los talleres de escritura o pintura, según lo que se haya planificado. Y si aún queda tiempo, los niños que culminan con las actividades pueden hacer uso de los juegos de mesa.
La iniciativa
La iniciativa del bibliobús es de Anne Courreges, una profesora de matemáticas francesa que durante su jubilación decidió impulsar este proyecto. Ella fue la que financió el proyecto con la compra del primer bus.
El vehículo que usan actualmente es más grande y fue financiado por Rotary Internacional. Según los responsables del proyecto, la Alcaldía de Cochabamba comprometió recursos, lo que no se concretó.
El objetivo del bus es llegar hasta las zonas rurales de Cochabamba, donde los niños no tienen acceso a una biblioteca. En un principio, el bibliobús salía cinco veces a la semana, pero ahora, por falta de presupuesto, lo hace solamente cada jueves.
Courreges volvió a Francia y fundó la asociación Los amigos del Bibliobús de Cochabamba, con el fin de conseguir fondos para financiar los gastos del micro, que incluyen el salario del chofer, la gasolina y, por supuesto, los libros.
Intercambio cultural infantil
Según Edwin Corrales, uno de los responsables del proyecto, la forma de enseñar en Bolivia tiene que cambiar y favorecer medios de expresión alternativos, tales como la literatura, las artes plásticas o escénicas. “La infancia es una etapa corta de la vida y no hay libros de niños para niños, no existen estos espacios en la educación aquí en Bolivia”, reclama.
Escribir cuentos de “niños para niños” es uno de los proyectos más ansiados del bibliobús. Por ello, niños cochabambinos escribieron cuentos que luego fueron traducidos al francés y enviados a una escuela ubicada en Rennes (Francia). Asimismo, niños franceses enviaron también sus cuentos a Cochabamba que fueron traducidos al castellano, lo cual dio inicio a un importante intercambio cultural.
Desarrollando la creatividad infantil
“La creatividad es un mecanismo de adaptación exclusivamente humano; es el principio básico para el progreso personal y social. Las personas que son creativas tienen la capacidad de resolver problemas y buscar nuevos desafíos por iniciativa propia. Por naturaleza, los niños buscan desarrollar sus capacidades descubridoras, creativas y constructivas, como el bebé siente la necesidad de caminar”, explica un documento de presentación del proyecto.
Mediante talleres, como los de títeres, los niños desarrollan su imaginación creando su propio personaje y escribiendo su historia. Con un pincel en la mano, usando pinturas , los niños viajan al “mundo de la imaginación”.
Hablando con los niños, no hay duda del interés que prestan a esta iniciativa. “Me gusta el bibliobús porque nos enseñan a leer libros y nos ayudan para las tareas. Voy todos los días jueves desde hace dos años. Cuando no hay bus, me quedo en mi casa porque sólo tenemos escuela en las mañanas. Me gustaría que haya clases todo el día”, dice Daysi, una niña de nueve años con una ilimitada sed de aprender.
“Es alarmante que el 40% de los bachilleres de áreas urbanas y el 70% de los bachilleres de áreas rurales no alcancen a entender lo que leen. En 12 años de educación básica el analfabetismo funcional y la falta de desarrollo de capacidades creativas, descubridoras y reflexivas, nos llevan a la necesidad de aplicar un cambio a base de nuevos criterios en la forma de ver los procesos de enseñanza-aprendizaje”, reflexiona Corrales.
A la cinco y media de la tarde, los pequeños forman una ronda tomándose de las manos. Luego, los voluntarios anuncian las actividades propuestas para la semana siguiente. El día se termina por un grito de todos los niños: “¡Viva el bibliobús!”.
Saber escribir y leer permite defenderse en la vida y entender el mundo. Gracias a esta iniciativa, niños desfavorecidos de Cochabamba tienen acceso, una vez a la semana, a la cultura.
Fuente: Pagina Siete
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